
Don Sebastián Marchante, un nombre que recuerdo con gratitud, fue el faro que iluminó mis primeros pasos en este camino. Él me enseñó la teoría y la práctica de la fotografía, desde la captura de la imagen hasta el revelado en el cuarto oscuro, cubetas, químicos… un ritual que me fascinaba.
Su legado, junto con la guía de dos grandes fotógrafos alicantinos, Don Rafael Llorca y Don Eugenio Bañon, y el apoyo incondicional de mis tíos Ramón y Luis Nondedeu, quienes generosamente compartieron su equipo y espacio de trabajo conmigo, han sido fundamentales en mi desarrollo como fotógrafo.
No puedo olvidar tampoco a José Antonio Navarret, cuyo apoyo constante ha sido un pilar fundamental en mi trayectoria.
Como observador ávido de la obra ajena, admiro profundamente a fotógrafos de la talla de Xavier Miserachs, Josep Bou, David Bailey y Sebastiao Salgado. Sus trabajos son una fuente de inspiración y aprendizaje constante.
Aunque actualmente, por diversas circunstancias, no me dedico activamente a la fotografía, mi pasión por este arte sigue viva. Disfruto contemplando imágenes, explorando nuevas perspectivas y recreando mundos a través de la edición digital. Cada negativo se convierte en un lienzo en blanco donde puedo experimentar, componer y comunicar mi visión particular. Aunque todo -o casi todo- lo haga para mi.
Finalmente, conservo con cariño una pequeña colección de cámaras de fotos, entre las que destaca el equipo de mi tio paterno Luis Nondedeu, una Canon que atesoro como un recuerdo invaluable de mis inicios en este apasionante mundo.