Un mundo seco… hasta que dejó de serlo
Durante gran parte del Triásico, especialmente en el Triásico Medio y principios del Superior, el clima de la Tierra fue mayoritariamente árido. Los continentes estaban aún unidos en el supercontinente Pangea, lo que favorecía la formación de grandes desiertos interiores debido a la escasez de humedad marina. Este clima seco y cálido condicionó la evolución de las formas de vida, que se adaptaban a un entorno estable pero hostil.
Pero en el Carniense, una subdivisión del Triásico Superior, las condiciones cambiaron de forma abrupta. Estudios sedimentológicos y geoquímicos realizados en varias regiones del mundo —Italia, Alemania, China, América del Sur, entre otros— muestran un aumento repentino en la cantidad de sedimentos fluviales y lacustres, junto con señales de intensas precipitaciones. Donde antes dominaban los depósitos eólicos (propios de desiertos), ahora encontramos capas ricas en arcillas, limos y evidencias de inundaciones. El clima se volvió mucho más húmedo.
Este periodo de fuertes lluvias, que se extendió por casi todo el globo, es lo que conocemos como Episodio Fluvial Carniano. Sus efectos se sintieron tanto en tierra como en los océanos, y sus consecuencias fueron profundas.
¿Qué provocó el cambio?
Las evidencias más sólidas apuntan a un origen volcánico. Durante el Carniense, tuvo lugar una de las mayores erupciones volcánicas de la historia de la Tierra: la formación de la Provincia Ígnea de Wrangellia. Este evento volcánico, localizado en lo que hoy es la costa occidental de América del Norte (actual Alaska y Columbia Británica), liberó colosales cantidades de dióxido de carbono (CO₂) y metano (CH₄) a la atmósfera.
El aumento de gases de efecto invernadero provocó un calentamiento global rápido. Este calentamiento intensificó el ciclo hidrológico, elevó las temperaturas oceánicas y aumentó la evaporación. En consecuencia, comenzaron a caer lluvias torrenciales en zonas donde durante millones de años apenas había llovido. Las plantas, suelos y ecosistemas no estaban preparados para esa repentina disponibilidad de agua.
Una crisis ecológica silenciosa
El CPE no fue simplemente un cambio climático: fue también una crisis ecológica. Aunque no se trata de una de las “cinco grandes extinciones” reconocidas por la paleontología, los registros fósiles indican que muchas especies marinas y terrestres desaparecieron o sufrieron fuertes declives.
En los océanos, grupos como los bivalvos, los ammonoides (parientes de los calamares) y varios tipos de braquiópodos sufrieron una notable pérdida de diversidad. Cambios en la salinidad y en los nutrientes oceánicos, ligados a la erosión terrestre por lluvias, pudieron alterar la química de los mares y afectar las cadenas tróficas.
En tierra firme, se produjeron extinciones de ciertas familias de reptiles que hasta entonces eran dominantes, como algunos arcosaurios primitivos. Sin embargo, este reordenamiento de la fauna abrió nuevas oportunidades evolutivas.
La lluvia que hizo crecer a los dinosaurios
Uno de los aspectos más fascinantes del Episodio Fluvial Carniano es que coincidió con el inicio de la expansión de los dinosaurios. Aunque ya existían desde unos millones de años antes, fue tras el CPE cuando comenzaron a diversificarse y ocupar nuevos nichos ecológicos. En palabras de algunos paleontólogos, la lluvia les allanó el camino.
El nuevo clima más cálido y húmedo permitió el desarrollo de bosques más densos, una vegetación más variada y una mayor disponibilidad de agua y alimentos. Este nuevo entorno favoreció a los dinosaurios bípedos y ágiles, que pudieron colonizar rápidamente vastas zonas del supercontinente Pangea.
Además de los dinosaurios, otros grupos también se beneficiaron del cambio: cocodrilos primitivos, tortugas, mamíferos tempranos y coníferas modernas comenzaron a proliferar durante este periodo.
La huella geológica del CPE
El Episodio Fluvial Carniano ha dejado un rastro reconocible en rocas de todo el mundo. A través de técnicas como la estratigrafía, los científicos han podido identificar capas con cambios abruptos en los tipos de sedimentos, alteraciones en isótopos de carbono (indicadores de actividad volcánica y cambios atmosféricos) y restos fósiles que revelan modificaciones drásticas en los ecosistemas.
En Italia, por ejemplo, los depósitos del Grupo Dolomítico muestran una clara transición de sedimentos marinos a fluviales y lacustres, con una biodiversidad distinta antes y después del evento. Lo mismo ocurre en Alemania, los Andes de Sudamérica y regiones del sur de China.
Un precedente para comprender nuestro tiempo
Estudiar el CPE no es solo una cuestión de reconstruir el pasado. También nos ayuda a entender los impactos del cambio climático actual. Aunque las escalas y causas son diferentes (el actual está inducido por la actividad humana), existen paralelismos inquietantes: aumento de gases de efecto invernadero, alteraciones del ciclo del agua, pérdida de biodiversidad y reorganización de ecosistemas.
La historia de la Tierra nos enseña que los cambios rápidos en el clima tienen consecuencias profundas y duraderas. El CPE fue un claro ejemplo de cómo un evento relativamente breve —apenas un millón de años en una escala geológica— puede dar forma a millones de años de evolución posterior.
Conclusión
El Episodio Fluvial Carniano fue mucho más que una época de lluvias intensas. Fue un punto de inflexión en la historia del planeta. Transformó los paisajes, redefinió las cadenas alimenticias y preparó el terreno para que los dinosaurios reinaran durante más de 150 millones de años. Como muchos eventos en la historia de la vida, no fue anunciado con estruendo, pero cambió para siempre la dirección de la evolución.